El anillo del rey

noviembre 08, 2024

 Una vez, un rey de un país muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:

– «He mandado hacer un precioso anillo con un diamante a uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero poner, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje que me pueda inspirar en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a todas las personas del reino. Tiene que ser pequeño, para que se pueda grabar debajo del diamante de mi anillo».

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, buscaron y buscaron, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del rey.

El rey tenía, un sirviente muy querido, que había sido sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, tenía la sabiduría de la vida y gozaba del respeto de todos.

El rey, le consultó. Y éste le dijo:

– “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”

– “¿Y cómo lo sabes?”- preguntó el rey

– “Durante mi vida en palacio, estuve al servicio de un invitado de tu padre, un maestro. Cuando se despidió, como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.

En ese momento el anciano escribió en un papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.

– “Pero no lo leas», dijo. «Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres  en una situación en la que no veas la salida”.

Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.

Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran fuertes y numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa al borde de un precipicio. Y entonces se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró el siguiente mensaje:

“Esto también pasará”.

Mientras leía la frase, dejó de oír el trote de los caballos. Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto había un inmenso silencio Tras aquel sobresalto, el rey logró reunir a su ejército y reconquistar el reino.

En la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de su victoria y de sí mismo.

En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

– “Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”

– “¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.

– “Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje…

“Esto también pasará”.

Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

– “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”


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