Krishnamurti y la meditación

noviembre 04, 2023

Un extracto del libro "Limpia tu mente" de J. Krishnamurti

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Meditación.

Esta palabra se ha usado de una manera desafortunada tanto en Oriente como en Occidente. Existen distintas escuelas de meditación, diferentes métodos y sistemas. 

Hay sistemas que dicen: "Mira el movimiento del dedo gordo del pie, míralo, míralo, míralo"; otros sistemas proponen sentarse en determinada postura, respirar regularmente o practicar la conciencia. Todo esto es completamente mecánico.
Otro método le facilita cierta palabra y le dice que si la repite sin cesar tendrá alguna experiencia trascendental. Esto es absurdo, sólo una forma como otra de auto-hipnosis. Al repetir "amén", "om" o "Coca Cola" indefinidamente, es evidente que uno tiene cierta experiencia, porque la repetición hace que la mente se aquiete. Es un fenómeno bien conocido que se ha practicado durante milenios en la India, el llamado mantra yoga. Por medio de la repetición se puede inducir a la mente a ser dócil y suave, pero sigue siendo una mente mezquina, vulgar y pequeña. Es como si pusiera sobre la repisa de la chimenea un palo recogido en el jardín y le diera una flor a diario. Al cabo de un mes lo adoraría y no ponerle la flor delante sería un pecado. 

La meditación no estriba en seguir cualquier sistema, no es repetición e imitación constantes, ni tampoco es concentración.
Una de las estratagemas predilectas de ciertos maestros de meditación es insistir en que sus alumnos aprendan concentración, es decir, fijar la mente en un pensamiento y expulsar todos los demás pensamientos. Ésta es la cosa más estúpida y desagradable que un escolar puede hacer, porque le obligan a ello. Significa que usted libra continuamente un combate entre la insistencia en que debe concentrarse y su mente que divaga y se ocupa de toda clase de cosas, mientras que debería estar atento a cada movimiento de la mente, adondequiera que divague. Cuando su mente divaga significa que está interesado en otra cosa.

La meditación exige una mente asombrosamente despierta.
Meditar significa comprender la totalidad de la vida en la que ha cesado cada forma de fragmentación.
La meditación no es control del pensamiento, pues cuando el pensamiento se controla engendra conflicto en la mente, pero cuando uno comprende la estructura y el origen del pensamiento, como hemos visto, el pensamiento no interfiere. Esa misma comprensión de la estructura del pensamiento es su propia disciplina, es la meditación. 

Meditar es ser consciente de cada pensamiento y de cada sensación, sin decir nunca que está bien o mal, sino tan sólo contemplarlo y seguirlo. Gracias a esa contemplación uno empieza a comprender cómo se mueven el pensamiento y la sensación. Y de ese conocimiento surge el silencio.

El silencio creado por el pensamiento está estancado, muerto, pero el silencio que se instala cuando el pensamiento ha comprendido su propio comienzo, la naturaleza de sí mismo —ha comprendido de qué modo todo pensamiento no es nunca libre y siempre es viejo—, ese silencio es una meditación en la que el meditador está ausente por completo, pues la mente se ha vaciado del pasado. 

La meditación es una de las artes más grandes de la vida, tal vez la más grande, y uno no puede aprenderla de nadie. Ahí radica su belleza. Carece de técnica y, por consiguiente, de autoridad. 

Cuando usted aprende acerca de sí mismo, se observa, contempla su manera de andar, de comer, lo que dice, el chismorreo, el odio, los celos... si es consciente de todo eso que está en su interior, sin ninguna alternativa, ello forma parte de la meditación. 

Y así la meditación puede tener lugar cuando está sentado en un autobús o camina por el bosque lleno de luz y sombras, o mientras escucha cantar a los pájaros o contempla el rostro de su esposa o de su hijo. 

En la comprensión de la meditación hay amor, y el amor no es un producto de sistemas, hábitos, de seguir un método. El amor no se puede cultivar por medio del pensamiento. El amor tal vez puede existir cuando hay un silencio completo, un silencio en el que el meditador está del todo ausente. Y la mente sólo puede estar silenciosa cuando comprende su propio movimiento como pensamiento y sensación. A fin de comprender este movimiento del pensamiento y la sensación, debe observarse sin condena. Observar así es la disciplina, y esa clase de disciplina es fluida, libre, no la disciplina de la conformidad.

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Fuente: J. Krishnamurti, Freedom from the known - Limpia tu mente (Martínez Roca, 1999)


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